PROHIBICIONES DE AYER Y DE HOY.
El mayo francés, el del 68,
acuñó el “prohibido prohibir”, anacoluto formal, y forzado, para
enunciar la oposición a la autoridad. Si
bien no todo fue positivo en aquel movimiento, reconozcamos como saludable la
impugnación de la prohibición que forma parte del famoso lema. Pero, con el tiempo, los hijos del 68, que
están sobre todo en la Izquierda, en lo woke y, en general, entre los
partidarios (sean o no conscientes de ello) de la Agenda 2030, han vuelto al
gusto por la interdicción como método
didáctico muy necesario a sus grandes fines.
La vieja autoridad fue arrojada por la ventana, pero una nueva autoridad
ha regresado por a puerta principal y nos impone unas cosas y otras, nos sermonea
o nos prohíbe en función de cada caso, y, partiendo de lo políticamente
correcto, se ha ido implantado en nuestras vidas. Y, al parecer, para quedarse, con fruición de
los liberticidas, que son más de los que parecen, como lo han sido siempre, y
están al acecho de cercenar en lo posible el árbol de la libertad individual,
la única posible y genuina, pues cualquier otra, aunque lleve el nombre, será
otra cosa no solo diferente sino opuesta.
A prohibir, que se ha abierto la veda.
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