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08 octubre 2022

SOBRE LOS POBRES,

 Se sigue hablando de los pobres como si la pobreza fuera una condición genética, innata, una característica intrínseca de quien la padece, como el color del pelo, la estatura o forma de la cara.  Igual valía eso para los tiempos preindustriales y, en concreto, para aquello que, referido a la Europa de la Edad Moderna, se conoce como Antiguo Régimen. Entonces, los pobres lo eran de solemnidad; la fuente de riqueza era la tierra, en manos de los estamentos privilegiados, y la movilidad social apenas  existía.  Tenía, en ese contexto, sentido la idea de reparto de la riqueza, pues la de esa época, la tierra, era entidad estática, tangible,  y susceptible, por ello, de reparto.  Y ahí, en ese período de nuestro pasado, parecen seguir anclados quienes peroran, con cierto sesgo muy reconocible, sobre la pobreza, que ya no es hoy idiosincrasia asible y objetiva, y defienden la idea de repartir algo tan inefable y etéreo como la riqueza de hogaño. Porque siguen diciéndolo, quienes lo dicen, y se quedan tan tranquilos en aras de una supuesta superioridad moral, propia  de wokes, izquierdistas o solidarios eclesiales, que de todo abunda en esos pagos. Es la idea de la economía como suma cero. En realidad, pobreza y desigualdad no son lo mismo.  Aconsejo que cada cual busque los datos de la reducción de la pobreza desde el siglo XIX, o que  intente leer versiones contrapuestas sobre el asunto. Se trata de huir siempre de verdades reveladas

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