INSTANTES.
Alguien escribió , no
recuerdo quién ni dónde, que la vida, o tal vez la felicidad, no es sino mera suma de instantes
concretos. Se trata de una concepción
más discreta que sincrónica del devenir temporal; frente a esa continuidad
delicuescente que percibimos, o creemos percibir, habría solo escenas, o
instantáneas, concretas. A partir de
ello, no sería la rueda, o la línea, del tiempo la que nos arrastraría, sino
que seríamos nosotros quienes, saltando
de momento en momento, iríamos conformando esa sustancia elaborada con
espacio-tiempo. En ese sentido, seríamos
eternos, pues cada uno de esos minutos
se repetiría ad infinitum; y no solo los buenos y placenteros, sino también los
malos y angustiosos. Aceptar semejante
concepción, supone huir de la noción lineal del tiempo, tan cara la teoría
cristiana de la parusía, ilustrada por Joaquín de Fiore, y también fundamental
en la concepción de todos los milenarismos ( el marxismo es uno de ellos, junto
a otros más actuales, como el ecologismo radical), que pretenden salvarnos y
matar nuestros instantes. Olvidemos,
pues, esa cosmovisión, lineal y
teleológica, y forcemos a los
liberticidas para que nos dejen disfrutar tranquilos de nuestros
“instantes”. Déjame en paz, que no me
quiero salvar…., rezaba una canción.
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