Se atribuye a Dostoievski la siguiente sentencia: “llegará un día en
que la intolerancia será tan intensa que se prohibirá pensar a los inteligentes
para no molestar a los imbéciles”.
Se hace extraña la afirmación en alguien que falleció ya en 1881, cuando
estaba tan lejana la agenda 2030. Pero, sea como sea, el párrafo resume con
bastante precisión lo nuestro, lo de este ahora que nos anega con el piélago
del no pensamiento, pues lo del “pensamiento débil” queda lejos, igual que nos
suena remoto el “discurso” posmoderno sobre los discursos. Todo ello va siendo sustituido por el no
discurso, por la pura imposición de dogmas laicos, pero que tienen su origen en
el mismo tipo de delirio que los religiosos, y que se extienden de la misma
manera. La discriminación positiva, como
la democracia orgánica, es oxímoron que se asume como si no lo fuera, he ahí la
fuerza de toda religión que se precie.
De eso va la frase atribuida a Dostoievski, que pareció verlo mucho
antes, si es que de verdad lo vio. Pero
la nueva religión, o religiosidad, tiene púlpitos, y canales de expansión,
otrora inimaginados. Por ello, en los momentos más pesimistas, que son cada vez
más, uno piensa que acabarán los colectivistas alcanzado sus objetivos.
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