Vuelvo sobre Umberto Eco. “El péndulo de Foucault” es, a mi
juicio, una de sus obras más notables, sino la más meritoria tras “El nombre
de la Rosa”. En su momento, la publicación del libro fue precedida de gran
lanzamiento editorial, pero luego, una vez en las librerías, se alejó del
primer plano, como si hubiera generado
cierto desencanto, tal vez porque su contenido no fue lo que muchos esperaban.
En mi caso, la lectura mejoró las
expectativas, y me pareció que la
profundidad de la narración superaba a la apariencia, pues, aunque podría
deducirse, tras una primera
lectura, que se trataba de una visión
esperpéntica y paródica de las teorías de la conspiración ( y así era en gran
parte) había mucho más. Bajo una construcción narrativa farragosa, más de
ensayista que de novelista (pues Eco escribió relatos que son, en realidad,
ensayos ocultos en la ficción), se vislumbra todo un mundo de posibilidades
alternativas, de universos conceptuales paralelos. En realidad, la idea de inventarse una
conspiración que se vuelve real, puede ser aplicada a cualquiera de los grandes
discursos religiosos o culturales de nuestros días, incluido el del género o el
de la ecología. Pensar que esta novela
es una simple parodia de las teorías de la conspiración o de lo que llamaríamos,
en el presente, negacionismo, equivale a considerar al Quijote como mera parodia de las novelas de caballería.
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