MEMORIA.
La única memoria histórica es la de la historiografía, lo más alejada
posible de subjetivismos y emociones. La
investigación histórica debe contribuir al escepticismo y a una concepción
pluralista en las interpretaciones. Si
se orienta hacia el monismo, fuente de toda concepción sectaria, pierde
sentido. Afirmó Polibio aquello de que “la
humanidad no posee regla mejor de conducta que el conocimiento del pasado”,
y ahí reside la clave. En relación con ello, la diferencia entre conocimiento y
revelación se torna básica. Si contemplamos los hechos pretéritos sin
anacronismos, y de eso se trata, el objetivo debe ser la reflexión que nos haga
huir de quienes desean imponer una verdad parcial, utilizando el pasado para
controlar el presente. Se supone que la
práctica científica, al menos la que hemos conocido hasta ahora, es lo
contrario de la metafísica. Pero la última parece aflorar de nuevo en ciertos propósitos de la memoria adjetivada,
ahora muy en boga, que fue primero histórica y, ahora, parece que
democrática. Igual la ciencia está dejando de ser la misma, pues incluso
las denominadas ciencias naturales parecen tender al consenso de lo conveniente
alejándose de los puros datos, como si ya no fuera posible lo de antaño. Si ocurre en las ciencias duras, ¿qué podemos
esperar de las otras, a las que Stanislav Andreski tildó de forma de brujería, allá por los años
setenta del pasado siglo? Entre otras cosas, la desaparición de la
historiografía, sino como disciplina, sí, al menos, como ciencia seria y
respetable
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