“Cada vez más gente sostiene la idea equivocada de que sus
causas morales están por encima de la racionalidad”.
Steven Pinker.
No soy muy partidario de las sentencias
lapidarias. Pero esta, pronunciada por
un ensayista de guardia, y según se transcribe en entrevista publicada por el diario “El Mundo”, atesora sustancia. Ya sé que es de esas afirmaciones, genéricas
y desencarnadas, que pueden servir para unos y para otros, pero contiene mucha
verdad y enlaza con la marea creciente, e imparable de momento, del
subjetivismo, ligado a las emociones, como sustituto de las ideologías, que
devienen en pátina inicial sobre la que articular el “patos” de cada cual. A partir de ahí, ya no parece importar
referirse a la búsqueda de la Verdad porque la realidad objetiva, los datos, en
definitiva, la racionalidad, no importan si entran en contradicción con los
principios, o prejuicios, previamente establecidos. La mendacidad deviene, de
esta manera, en praxis social y política y conviene a los “grandes hermanos”
(hay más de uno) para el desarrollo de su ortograma totalitario. Nada más ni nada menos.
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