RELIGIÓN.
Se va tornando más arduo hallar el límite que separa la Religión de lo que no lo es, tal vez porque todo lo que forjamos y cavilamos parece ungido por una parte irracional cimentada en algún tipo de fe o certeza previa. Aparte de aquello de “religar”, siempre presente como adenda a cualquier esclarecimiento del hecho religioso, entiendo que la religión es, sobre todo, “verdad revelada”; así pues, no se requieren dioses para que la devoción exista, pues el dogma revelado es el origen de todo. De ahí la dificultad para discernir entre lo sacro y lo profano en estos tiempos de tribulación y mudanza. Una prueba de ello es la proliferación de inquisidores laicos, amén de la técnica del concilio, cada vez más extendida, con su ortodoxia y sus herejes. No creo que sea una imitación consciente de la Iglesia y sus procedimientos (como parecen indicar la Convención jacobina, los congresos del PCUS, o los dicterios, cumbres y movimientos variados del hoy), sino el resultado del hecho religioso en sus distintas variantes. Así lo parece a la vista del orbe observable.
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