LO RACIONAL.
Una historia
del pensamiento racional, o de la racionalidad misma como teoría y praxis,
sería, tal vez, corta o, al menos, circunscrita a períodos muy concretos. Cierto es que se presume, como constante, una
cierta convivencia de lo racional y lo irracional, al menos si nos ceñimos a la
racionalidad de andar por casa, u orientada a campos concretos como el avance
tecnológico o la justificación del dogma religioso a través de la
Teología. Pero si la entendemos como
referente transversal o como aspiración social, el contexto cronológico se
reduce. Los griegos de la Antigüedad
hicieron un primer intento de convertir lo racional en objetivo genérico; el “Logos” que
opusieron al “Mito” nos aporta un primer referente, que sobrevivió como
rescoldo, o tal vez ceniza, a los siglos posteriores ,marcados por la Teología
o la Metafísica. Parece claro que, en el
siglo XVIII, y en nuestro entorno europeo, arrancó una nueva etapa de lo
racional; nosotros, y nuestras sociedades, somos el resultado. Pero el proceso parece apagarse de nuevo;
nuevos dogmas y supersticiones, ahora laicas en general, están al acecho y van
reduciendo el pensamiento racional a destreza concreta para mantener el
crecimiento tecnológico, pero constreñida a ese ámbito. Esa pérdida va a marcar, y ojalá me
equivoque, las décadas futuras, al mismo tiempo que, en consonancia, se irán
perdiendo los matices de los pensamientos y de las cosas.
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