En cuestiones de ciencia, la autoridad de miles no vale más
que el humilde razonamiento de un único individuo.
(Galileo)
No parece que
la sentencia del italiano sea aplicable en nuestros días. Se va imponiendo eso que se llama “consenso
científico”, una suerte de conclusión a posteriori elaborada más por políticos
que por científicos. Estos últimos se
van especializando más cada día, al tiempo que
pierden la noción de conjunto y aportan sus pequeñas porciones de
conocimiento, que no pasan de lo imprescindible para el avance
tecnológico. Pero la Ciencia, aquel
saber nunca definitivo que se oponía a la superstición, y que defendían los más
progresistas del siglo XIX frente a la oscuridad metafísica, va muriendo sin
que apenas nadie lo advierta. Igual
podemos seguir denominando así, Ciencia, a la continuación de la misma que hoy
ocupa su lugar, pero no sé si el propio Galileo, o Einstein, tendrían cabida en
esa neoescolástica cuyas conclusiones van agradando, cada vez más, a los
poderosos, tal vez porque son ellos los que las extrapolan y las comunican urbi
et orbe. La Ciencia muere y va siendo
sustituida por otras prácticas que sólo se le asemejan. Descanse en paz, pero
la vamos a echar de menos.
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