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14 enero 2021

"ARETÉ".

 

  En el mundo clásico antiguo, el de griegos y romanos, se tendía a pensar  que la República (en sentido amplio, el equivalente a nuestros sistemas de convivencia democrática)  se conservaría mientras los ciudadanos hubiesen virtud; constituía la misma una  aspiración común para todos, al menos de puertas afuera, como  ideal  del  conjunto social.  La areté griega, basada en la moral homérica,  y que fue evolucionando desde los inicios hasta Sócrates, formaba parte de la vida de cada día; en Roma, el ideal, que también sufrió cambios a lo largo del tiempo, fue común hasta el Bajo Imperio. En ambos casos, la virtud consistía sobre todo en sostener las instituciones.  ¿Tenemos hoy en día un concepto común de la areté?  La respuesta es negativa a juicio de quien suscribe: no se vislumbra, en el orbe occidental, un objetivo común, ni siquiera de cara a la galería.  No todos aspiramos a los mismo, ni colocamos el Bien en el mismo sitio; tampoco reflexionamos sobre ello, más pendientes de imponer el nuestro que de profundizar en su esencia. Y en eso estamos.

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