Recapitulando sobre la entrada anterior, y en lo relativo
al lenguaje, se verifica que el nombre que proporcionamos a las cosas, hechos y
procesos nunca es baladí. Existe una propensión
a juzgar como “semánticos” asuntos o diatribas apreciados como accesorios. Nunca he compartido ese enfoque: asevero que lo semántico es esencial y no adventicio
attrezzo. ¿Es acaso trivial la denominación
de Nación para un territorio, tal y como pregonaba un ex presidente español,
tachando, verbigracia, de semántico ese aspecto del asunto catalán? No.
Por eso mismo, terroristas, sectas, y totalitarios en general, empiezan
por acometer la imposición de su lenguaje. Si caemos en la trampa de aceptarlo,
por pereza, desidia o cobardía, principiaremos a perder cualquier batalla. Y ya está pasando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario