Se habla estos días de “batalla cultural”, un
sintagma con resonancias gramscianas, pues fue el comunista italiano quien
introdujo aquello de la hegemonía cultural, de convertir en sentido común
dominante el del “partido”. Siempre tuvo
ello una incuestionable relación con el “agitprop” y, últimamente, se sustancia
a través del neolenguaje, en este orbe actual hecho de narrativas más que ideas
o de datos objetivos, pues se trata de colar el propio relato, de convertirlo
en ese sentido común del que escribiera Gramsci. Pero no se puede hablar de batalla cultural;
para que se diese la misma, debiera concurrir algo parecido al equilibrio de
fuerzas. Y nada de eso: el sistema y sus armas son tan superiores que no cabe
ninguna batalla, salvo la guerrilla que, de momento, se sigue haciendo a través
de las redes. Mientras tanto, el
neolenguaje, y con el mismo la opresión orweliana, se van imponiendo.
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01 septiembre 2020
BATALLAS CULTURALES
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