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03 agosto 2018

ESTÍO.


Después de un refrigerio frente al Atlántico en la hora del ocaso, escribo en el hotel con una extraña impresión de irrealidad, atiborrado de noticias sobre avispas asiáticas, sobre catamaranes que arden, sobre incendios en Grecia,  y sobre nuevos gobernantes que tienen unos principios, y también, siguiendo a Groucho, otros distintos, por si no sirvieran los primeros. Todo ello en un piélago digital poblado de buenas nuevas, pero también de fake news y posverdades varias. Por estos pagos, los urbanitas retratan la puesta de sol como si no hubiera una cada día.  Así es la canícula, como tal vez lo fue siempre mutatis mutandis. No son las fake news un invento reciente, sólo el anglicismo que las denomina supone cierta novedad; también la insolencia de sus promotores, más transparentes y crecidos, creo yo, que en el pasado.   Por lo demás, las gentes pueblan los arenales playeros y, mientras tanto, los malos están al acecho desde oscuros despachos a los que la luz soslaya.  Nihil novum sub sol.

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