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10 agosto 2018

MAR.


El mar (o la mar, en femenino, como señalan los marineros) goza de propiedades etéreas. Dormir junto al piélago, comer frente a las olas, cualquier cosa en su presencia, resulta relajante para cualquiera, sobre todo si es de tierra adentro.  En verano, si uno está ocioso, la observación del océano deviene en fuente de elucubraciones.  Pero no conviene adormecerse; los enemigos de la libertad, del pluralismo y del sentido común (no olvidemos que los malos, aunque lúcidos, mantienen una vieja alianza con los tontos) no reposan, ni miran las olas olvidando el reloj, ni canturrean frente a la costa, sino que continúan su trabajo de zapa.  Si quieren dormir, tienen siempre a los idiotas, que no descansan nunca y trabajan a tres turnos.

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