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26 agosto 2005

NO ME RECONOZCO

Eran tiempos de ilusión. Nos decían que el sentido crítico era el mejor de los sentidos, y lo hacían desde púlpitos laicos como las columnas periodísticas o aquel lugar plagado de playeros y otros calzados juveniles al que denominábamos Universidad. Después, el sentido crítico dejo de ejercerse o se ejercía como si quienes lo hacían no estuviesen ya en el poder, que ocupaban como sin ocupar, como de oyentes.
Y el tiempo pasó. Y todavía hoy siguen diciéndonos que el sentido crítico es ese conjunto de tópicos que entonces acuñaron y nos transmitieron a quienes todavía éramos jóvenes. Y así estamos, en la derrota del pensamiento, en el conformismo de esa izquierda sociológica que lee El País y escucha la Ser, que va al cine, que se pone las orejeras para no salirse del carril de lo políticamente correcto. Y, entonces, a mí, que apenas comenzaba la adolescencia cuando murió el Caudillo, me viene al recuerdo de aquella España que llegué a vislumbrar entre la niebla de su final y no consigo diferenciarla en mucho de ésta. Es como si el franquismo sociológico, poco a poco, se hubiera ido trasladando desde allí hasta aquí, cambiando sus mitos o sus tic ideológicos, pero mostrando el mismo conformismo intelectual, la misma desgana, el mismo silencio ante lo intolerable.
Lo dicho. Yo era entonces muy joven y de izquierdas. Pero no me reconozco en esa España progre de charanga y secta.

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