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23 agosto 2005

LA LIBERTAD

Mucho se ha escrito sobre eso que llamamos libertad. Es ella escurridiza y muchos de los que abordan sus entresijos se sumen en un piélago de abstracciones acerca del libre albedrío. Pero la libertad es una y se relaciona con el individuo, esa gran conquista de las sociedades occidentales contemporáneas que se contrapone al enclaustramiento de universales como nación, clase, tribu o grupo.
No lo ven así, sin embargo, quienes profesan un tipo de pensamiento que se podría calificar como ortopédico; quienes consideran que hay valores superiores que justifican la anulación de los derechos y libertades individuales, sean esos valores de tipo religioso, nacional o social-revolucionario; quienes practican la doble moral cuando de libertades se trata.
Tiene, pues, muchos enemigos la libertad, porque la tememos aunque la amamos, porque, aunque sea un tópico, es siempre revolucionaria y porque defenderla es actitud que no puede ser afrontada con matices. Y los pensadores ortopédicos ( cuya rigidez elucubrativa se debe a prejuicios ideológicos, políticos o morales) matizan siempre.
Conceptos como ciudadanía o democracia nacieron y se desarrollaron en el mundo clásico antiguo a partir de la superación de las relaciones sociales gentilicias, parentales o tribales. Ese primer alumbramiento del individuo debe servirnos como referencia para este presente confuso. Porque sólo la libertad individual (y, por ende, la democracia) nos puede conducir al progreso. Los liberticidas son siempre reaccionarios aunque se presenten como mal menor o lacra necesaria.

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