OBEDIENCIA.
No es el intimismo otra cosa que la huida de la realidad. Se
huye de la misma por variadas razones, pero, sobre todo, por desazón ante la misma. Ese desagrado puede ser síntoma de la edad provecta, pero, en el caso del que
suscribe, creo que hay razones más que
justificadas para atribuirlo a la evolución de la realidad misma. Las cosas no
pintan bien si uno las ve con cierta perspectiva y algo de espíritu crítico. En
esa división tripartita entre liberticidas, pasotas (conscientes o no de los peligros
de los primeros) y amantes de la libertad individual, los últimos acaban
perdiendo, y claudicado, con frecuencia. Me cuento entre ellos. Y soy cada vez
más pesimista, pues los inquisidores, en su avatar de hoy, se imponen por goleada ante el silencio de
una porción significativa de ciudadanos, y aspirantes a súbditos, que parecen
ver en la obediencia una nueva manera de acomodarse en el mundo. No sé si
obediencia como la Eichmann ( buena ocasión para releer a Arendt), o simple “vivan las cadenas” o silencio de los
corderos. Tengo miedo, lo confieso .
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