“Hice de la fuerza de ánimo mi castillo y mi coraza ;no quiero disfrazarme
de víctima de la injusticia”.
Retazo de “El collar de la paloma”, citado por
Andrés Trapiello ( “Las armas y las letras”) a partir de un ejemplar
subrayado por Ramón Gaya.
El
enunciado asume mucha enjundia y viene avalado por quien fue, según Trapiello,
el autor del subrayado. Una sentencia breve y sucinta, pero larga en contenidos
y posible punto de partida para meditaciones variadas. El victimismo, encumbrado hoy como fuente de
ideología, fue siempre, sobre todo en la era industrial, origen del odio
vertebrador del pensamiento revolucionario. En nuestro días, está llegando a límites insospechados,
exhibido en una nueva envoltura transversal e interclasista, y acompañado del
patos, sino del puro melodrama, como adjunto que ya no sonroja a una parte
copiosa de los seres humanos. Tal vez
algún día vuelva a tener sentido la
fuerza de ánimo como ortograma personal, pero la misma anida sobre todo en entornos individualistas
y casi nunca en ecosistemas humanos impregnados de colectivismo.
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