REFRACTARIOS.
Siempre
ha habido humanos ,y humanas, refractarios al disfrute ajeno. Bien porque sus limitaciones, físicas o
psíquicas, les impiden el suyo propio,
bien por imperativo moral o religioso o, en algunos casos, por ambas
razones. El síndrome del “ex fumador”,
azote, tal vez por envidia, de quienes siguen fumando, ejemplifica esa
tendencia a odiar las expansiones del prójimo porque, en el fondo, se las
considera como fuente de bienestar
aunque se niegue su esencia de manera explícita. Y seguimos en lo mismo, pues a la religión y
el pavor al Infierno, o a la no salvación, le ha ido sustituyendo la “parusía” laica
que se relaciona con la salud en el “más acá”, que se nos promete,
sibilinamente, en los mensajes, aparentemente inocuos, de los procuradores de
nuestra salud. Mas no nos engañemos, no
les importa e bienestar de nuestro cuerpo a los predicadores de la nueva pureza
( del aire, del todo, de nuestro organismos) en sus distintas versiones. Sólo son heraldos de la opresión que viene y
nos muestran el camino de la obediencia como condición sine qua non para poder
esclavizarnos sin que nos duela.
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