HORMIGUERO HUMANO.
Hormiguero
humano, el objetivo de todos los
colectivismos, del signo que sean, pues los hay económicos, sociopolíticos o
totales. Es la lucha secular de los
liberticidas contra el individuo y, por tanto, contra la libertad, y sus
avatares son tantos como momentos históricos.
Fue la Religión, durante siglos, el aglutinante de los átomos
individuales en ese todo indiferenciado
de lo colectivo. Desde el siglo XIX, y
sobre todo, en el XX, se añadieron, de manera muy efectiva, las grandes
ideologías, primero, y esa suerte de movimientos en torno a un leitmotiv
concreto pero omnipresente (verbigracia: la Raza, la Cultura o, últimamente, el
Género). Se trata siempre de que el ser
individual, esa gran creación humana,
quede subsumido en piélago del conjunto.
En una palabra: colectivismo, que no atañe solo al comunismo, a los
planes quinquenales o las fantasías del anarquismo, sino también al fascismo,
al nazismo, así como a los movimientos corporativos en general (entre ellos, el
nacionalismo). En la actualidad, el
colectivismo arremete a través del mensaje ecológico, en forma de conservación
del Medio Ambiente, de madre Gea y demás.
No es más que un enésimo avatar, mutatis mutando, de la opresión contra el individuo y sus
libertades.
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