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28 diciembre 2019

FELICIDAD.


La idea, en boga desde la Ilustración,  de que estamos concebidos para ser felices, parece una noción como mínimo inocua y, si nos ponemos, verdadera.  Esa concepción fue tachada de lamentable por Alexander Solzhenitsyn; se derrumba, según afirmó él, con el “primer golpe de barrote del carcelero”. Entendía de eso el ruso, que sufrió el Gulag y lo contó, con gran desazón de los, por entonces, palmeros intelectuales de Occidente, adictos a la tiranía comunista soviética.  Comparto la visión del exconvicto.  Voy comprendiendo que resulta peligroso pensar en la felicidad como objetivo individual, y colectivo, de nuestra existencia.  Siempre los refractarios a la libertad vivirán atentos a diseñar nuestro bienestar, físico y mental, sin contar con nosotros, a nuestro pesar incluso, y con el beneplácito del agitprop imaginariamente progresista.

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