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03 julio 2019

SOBRE ISOMORFISMOS.


"Año 532 d.C. Siete hombres huyen de Atenas hacia Oriente con un parco equipaje de libros. ¿Cuál es su oficio? Filósofos, los últimos miembros de la Academia, la más famosa escuela de Grecia fundada por Platón mil años antes. La cuna de la razón occidental se había tornado un lugar peligroso para su actividad, los soldados de Cristo buscaban ejemplares prohibidos casa por casa para quemarlos en grandes piras -junto a sus poseedores-, la discusión pública había sido prohibida y los frisos del Partenón, asaltados y mutilados. Apenas nos quedan hoy palabras de aquel "grupo melancólico", como las de su líder, el septuagenario pero aún enérgico Damascio: "Toda mi vida ha sido barrida por el torrente"."

Catherine Nixey, en "La Edad de la Penumbra", detalla la destrucción de mundo clásico por parte del cristianismo.  Los monjes de Cirilo, el obispo de Alejandría, fueron tal vez el epítome de esa hecatombe, desarrollada sobre la base del más montaraz fanatismo.  Muchas envolturas de lo clásico se incorporaron más tarde al mundo cristiano europeo,  formando parte de nuestra civilización.  Pero el cambio del mundo clásico a la Europa medieval fue ciclópeo.  Se desvanecieron, sobre todo, la pluralidad y el sincretismo propios, primordialmente, del orbe romano, al mismo tiempo que se imponía un lenguaje nuevo e irrevocable.  Puede que la Historia no se repita, o que lo haga como farsa si creemos a Marx, pero no cabe duda de que concurren en ella isomorfismos evidentes. Para hallarlos, sólo hay que sumergirse en los hechos de nuestros días por debajo de lo aparente.

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