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08 mayo 2019

PROPAGANDA HOY.


Aseveraba Jean-François Revel aquello de que "la mentira mueve el mundo", lo cual, si ahondamos en la esencia del Poder y de la propaganda, parece incuestionable.  Desde la muerte del francés, hace menos de quince años, la cosa no ha mejorado, pues hemos visto acrecentarse los mecanismos para inducir una realidad modificada a gusto del emisor o directamente inventada.  La cosa viene de lejos.  Si pensamos, verbigracia, en el arte Románico, recordaremos su idiosincrasia "didáctica", es decir, de adoctrinamiento visual de un pueblo analfabeto.  Por ende, eso que llamamos propaganda está ahí desde siempre, aunque tal vez en los años veinte del siglo homónimo recibió carta de naturaleza, cuando el régimen soviético, a través de la Komintern, convirtió la verdad de diseño en su forma de actuación, con un éxito considerable, ya que algunas de sus "fakes" son admitidas hoy como verdad incuestionable por un sector considerable de ciudadanos.  Luego, Goebbels utilizó asimismo el método, partiendo de que la mentira mil veces repetida se torna verdad.  Y, en el presente, los métodos y procedimientos para todo ello se multiplican a través de las redes sociales y de los algoritmos para falsificar noticias o imágenes.  Así, se necesita mucho cuajo para plantearse, no ya la verdad, que igual ni existe, sino la exactitud de lo que vemos o oímos, cuya aceptación depende cada vez más de una suerte de detector emocional basado en nuestras ideas y prejuicios previos, en un contexto de población indocta ante estas cuestiones.  De este modo, la democracia se convierte cada vez más en una retórica y en una idea límite que resultará, dado el escenario descrito,  inalcanzable.

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