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23 mayo 2019

PROGRESISMO HOY.


Allá por el final del franquismo, o tal vez ya en la Transición, que no lo recuerdo, emitía TVE una serie titulada  "La honradez recompensada", escrita, dirigida e interpretada por Adolfo Marsillach.  La cabecera de la serie se iniciaba con la imagen de un ratón en movimiento,  mientras que la voz en off decía algo así como (y cito de memoria): "había una vez un ratón que no sabía que era un ratón; hasta que, en una ocasión, alguien gritó: ¡Un ratón". El ratón miró a uno y otro lado, pero no vio a nadie, porque él era el ratón".  Me viene este recuerdo en relación con la cuestión de a qué designamos progresista en nuestros días.  Observo que los denominados progresistas de hoy  se definen así en relación con el mismo espacio de referencia de los progresistas de finales del XIX,  aquellos caballeros de Ateneo e ideas republicanas, o libertarias, que defendían la Ciencia y el nuevo paradigma darwiniano frente a la cerrazón de aquella Iglesia que aún condenaba al Liberalismo, y que también tenían un vago concepto de las reformas sociales frente a la sociedad clasista del momento.  Pero ocurre que ha transcurrido desde entonces un siglo y medio.  A pesar de ello, el progresismo se define en torno a un espacio  de pensamiento similar al decimonónico, en el contexto añadido de lo políticamente correcto.  Es decir, que, desde un concepto progresista actual,  se puede combatir al propio progreso a través de ideas aparentemente inocuas y  llevadas hasta el extremo de lo religioso (pensemos en algunos aspectos del discurso ambiental, por poner un ejemplo), en un nueva muestra de verdad revelada y de cerrazón ante las novedades.  Habría que reflexionar sobre ello para no acabar como el ratón de Marsillach.

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