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15 noviembre 2011

TIEMPO DE MUDANZA

Así andamos, en la vorágine preelectoral que, esta vez, es menos vorágine y más agua mansa.  Estamos entre embotados, tal vez por la sensación de pescado vendido, y atemorizados por esa bestia del bosque que se ha dado en llamar “los mercados”.  Pensamos más en la prima de riesgo que, verbigracia, en la levedad del ser.  De este modo, ni hay demasiada euforia entre los adeptos del presunto vencedor, ni demasiado rechazo en los otros, resignados y pasivos ante lo que se antoja ineluctable, con el rumor de fondo de la quiebra o de la intervención, en esa pérdida de soberanía que está suponiendo la mezcla del euro con  la crisis, en esa insaculación de gobiernos supuestamente técnicos (Italia como paradigma) sin aquiescencia ni sufragio ciudadano.  Es el modelo no democrático del “todo europeo” que, hasta ahora, no se había extendido a las partes.  Hasta ahora, porque presiento tiempos de excepción, con el “autoritarismo” disfrazado de necesidad tecnocrática.  Nos quejábamos de los políticos al uso, esa “casta” de la que decíamos tantas cosas.  Pues bien.  Esa casta nos representaba, tanto en el sentido jurídico-político (sufragio) como en otro sentido más sutil que nos dice que los políticos no se fabrican aparte, sino que salen de entre nosotros mismos.  Y no sé yo si se podrá predicar lo mismo de los tecnócratas (¿), a los que nadie elige, y que parecen más brotados de un consejo de administración privadísimo que de la lucha darwiniana en los entresijos de un partido político.  Al final, la crisis, los mercados y el no pensamiento único van a hacer grandes, en nuestro recuerdo, a esos profesionales de la política a los que tanto denostábamos.

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