JUSTINIANOS DE HOY.
Anaximandro, uno de los presocráticos, concibió el “ápeiron”
como principio o “arjé” de lo existente. Se trata, a grandes rasgos, y simplificando,
de lo indefinido. Pero no es de eso de lo que quiero tratar aquí, sino de otra
cuestión, relacionada, como siempre, con la libertad y sus opuestos. Pues bien.
Ese fragmento de Anaximandro es conocido hoy gracias a Simplicio,
neoplatónico bizantino, que lo salvó por poco
de la condena hacia lo pagano del emperador Justiniano, allá por la
primera mitad del siglo VI. Este
Simplicio incluyó el párrafo en su Física y huyó al imperio persa. Parece esto una historia lejana de otro
tiempo más tremebundo y bárbaro, pero no es así. En el presente, seguimos en lo mismo. No se trata ahora de la unidad del imperio o
de erradicar el paganismo, pero si de los resquicios de lo que fue gran parte
de nuestra cultura en los últimos siglos.
Los justinianos de ahora no pueden cerrar la escuela neoplatónica, como
su avatar del pasado, porque ni esa escuela, ni aquel contexto, existen ya,
pero siguen en los mismo, coartando la libertad, imponiendo la nueva religión y
censurando todo lo que se sale un poco del discurso canónico. También aquel emperador de Bizancio lo hacia
por el bien de todos, la unidad del Imperio o la verdadera religión. Como ahora, como siempre.
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