RELATIVISMO SIN FRONTERAS.
Empieza uno a
preguntarse sobre la existencia de un espacio o realidad objetivos, que
trasciendan lo subjetivo, aunque sea en la línea de la vieja dialéctica. Es
probable que si alguien de izquierdas o de derechas, por tomar como paradigma
la dicotomía filosófica y moral de nuestros días, intentase trascender la
propia subjetividad en busca de ese espacio objetivo, sería tildado por los suyos como tendente a
la extrema derecha, o a la extrema izquierda, respectivamente. No es fácil el
abandono de los discursos canónicos. En
realidad, se trata del viejo asunto de la Verdad o del relativismo. El sofista Gorgias afirmó aquello de que “nada
es; si alguna cosa fuera, no se podría comprender; y si se pudiera comprender,
no se podría comunicar a los demás”. Tal vez por eso nuestros discursos de
hoy se ubican a la manera de líneas paralelas, sin que parezca posible el debate
y el diálogo, con la aspiración a la racionalidad (ni como excusa se usa) en
retroceso. Si no existe una Verdad, y no
sería comunicable en caso de existir, puedo inventar e imponer la que se me
ocurra. De este modo, todos nos
convertimos en sofistas, aunque sea sin quererlo. No es problema que la Verdad no exista; si lo
es que, atrincherados en nuestros caparazones ideológicos, no ambicionemos ni
acercarnos a algo que se le asemeje..
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