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22 febrero 2019

EL CAMINO RECTO OTRA VEZ.


Los que saben dónde está el Bien y conocen el camino recto, prestos además para empujarnos hacia el mismo independientemente de nuestros particulares deseos, se van reencarnando, una y otra vez, a través del devenir histórico.  Tal vez sea esa la verdadera metempsicosis y no la que, desde antes de Platón, conjeturamos.  No cabe duda de que lo sobresaliente sería  el pacto acerca de dónde mora el Mal, como dejó escrito, entre líneas, Hanna Arendt, o como aseveró de manera explícita Glusckman, pero acontece forzosamente que los reencarnados de cada período, convencidos de conocer la ubicación exacta del  Bien,  aspiran a  imponerlo al resto.  Así funcionó el programa con los primeros cristianos que derribaron el paganismo; el procedimiento retornó con la Inquisición frente a la herejía y, ya después,  con el comunismo, el nazismo, la ecología o la ideología de género, avatares todos ellos de la misma idiosincrasia liberticida y opresora.  Cada momento de la Historia tiene su afán, pero los conocedores del Bien terminan por imponerse. Lo escribo, una vez más, aquí,  sin temor a ser repetitivo.

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