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02 junio 2018

VIAJES


Nos trasladamos, en estos tiempos, a través del espacio,  con celeridad y precisión antes desconocidas. No utilizo, y lo hago deliberadamente,  el verbo viajar, porque ya no sé si se viaja.  Pero nos movemos. Dejando aparte los largos trayectos transoceánicos o intercontinentales, lo de andar por casa también se ha transformado.  Transito, con cierta frecuencia, el trayecto entre Asturias y Madrid en automóvil; escribo estas líneas apenas apeado de unos de esos periplos.  Pues bien.  Lo que, por edad, conocí, y no hace tanto, distaba mucho, por lo penoso, de lo que es hoy un desplazamiento simple y rápido, gracias a las autovías y a los coches actuales.  En síntesis, que podemos movernos más, y mejor, que nunca.  Por otro lado, cualquiera se va unos días a enclaves distantes, en un turismo otrora patrimonio de una minoría.  Pero, ¿viajamos?  ¿Podemos mantener el viejo mantra de que viajar culturiza?  No basta con desplazarse por el espacio; no es el viaje cuestión de distancia, física o cultural, sino de talante del que va y viene.  Y ese elemento, la actitud o talante, parece fallar asaz en los últimos tiempos.

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