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08 mayo 2018

MEMORIA.


Somos lo que recordamos y también, asimismo, lo que otros observan en nosotros subsistiendo en su memoria.  Nuestros recuerdos mueren con nosotros,  como muere un trocito, mayor o menor, de aquellos que pasaron, en algún momento, por nuestras vidas.  Y fenece una parte de nosotros cuando abandona este mundo alguien que nos conoció en algún momento.  Eso es la memoria: un banco de datos individual, e intransferible, pasado por el tamiz de las emociones y los prejuicios.  No existe, creo yo, la memoria colectiva ni nada que se le asemeje; no confundamos la memoria con los anales o con la labor de los historiadores.  Tampoco existe, por tanto, la memoria histórica.  Está, por un lado, la Historiografía, como reconstrucción y análisis más o menos parcial, y, por otro, las series de datos.  Pero memoria, no; la misma es personal e indivisa, como fruto de sinapsis, procesos cerebrales y descargas emocionales en el interior de cada sujeto.  No pretendamos mezclar el recuerdo de lo vivido que, aunque respetable, es siempre incompleto y subjetivo, con ninguna suerte de categorización a la que se añada el adjetivo "histórico".

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