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11 noviembre 2017

SOBRE NEOLENGUAS.

Idear un idioma puede ser una faena ardua, pero no especialmente loable.  Lo digo porque, en ocasiones, y en estos tiempos presentes, los idiomas no son siempre el resultado de una evolución protagonizada por los hablantes y normalizada después por la Academia correspondiente, sino un invento o una reconstrucción, que puede tener mérito filológico, pero no por ello deja de ser absurdo.  ¿Qué suele haber detrás? Muy simple: ideología, intereses corporativos, delirios de tipo nacionalista.....Puede ocurrir que, tras el invento, y en una determinada comunidad, la minoría defensora de esa neolengua tenga ciertos privilegios y se vaya asentando en la administración y la enseñanza bajo la necesidad de la conservación cultural.  Y, con el tiempo, en esa misma comunidad, en la que no se habla la lengua inventada ni está presente en la preocupaciones de los individuos, puede plantearse su cooficialidad como si fuera algo lógico y juicioso.  Incluso puede acontecer que una parte de los afectados no lo vea con malos ojos.  Es el paso previo a la imposición y al sectarismo, a lo que se llega poco a poco, sin que sus víctimas lo noten, como la rana vertida en agua fría para ser cocida sin sobresaltos.  Todo invento racial, cultural o lingüístico es a la postre el resultado de una visión totalitaria y corporativa de la sociedad.  Atentos pues.

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