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16 junio 2017

CORRUPCIÓN.

El término "corrupción", cuyo principal significado se relacionó con lo orgánico, o con la depravación de las costumbres, se ha encumbrado para describir el cohecho y otros delitos, sobre todo en el ámbito de lo político y administrativo. En los últimos tiempos, esa corrupción que afecta a nuestros próceres parece haberse generalizado,  generando alarma social y facilitando el resurgir de  distintos  radicalismos.  ¿Puede existir la corrupción , si es que tiene un carácter generalizado, sólo en el ámbito de lo político y sin relación con el resto del todo social?  No lo creo.  Nuestros políticos, en todo caso, sí nos representan, y no sólo desde el punto de vista jurídico-político a través del concepto de soberanía nacional,  sino también porque emergen de nosotros mismos; en efecto, no son seres o entidades fabricados en otra dimensión,  sino el reflejo de lo que somos.  Es por ello que, si la corrupción parece generalizada en ese ámbito, tiene por fuerza que ser la consecuencia de una sociedad anegada por pequeñas corrupciones, que van creciendo, por volumen y cantidad más que por valoración ética, a medida que ascendemos en la escala social y/o administrativa.  Sé que es cómodo escudarse en el psicologismo o en la amoralidad de un grupo de representantes políticos, pero no basta con creer que cortando esas cabezas se solucionará el problema, pues surgirán otras y otras, pues la corrupción es sólo el reflejo y no la realidad misma.

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