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12 mayo 2017

LA EXHUMACIÓN.

Asombra la proposición no de ley relacionada con los restos mortales de Franco.  Uno se pregunta qué finalidad, más allá de mecanismos de agitprop, pueda tener dicha iniciativa.  Desenterrar a los muertos no suele ser asunto de buen fario, salvo exhumaciones legales debidas a demandas  o procesos judiciales de variada índole.  El Valle de los Caídos está ahi, con la cruz visible desde la lejanía, como un testimonio de una época de nuestra Historia.  Igual nos hubiera gustado que la Guerra Civil no se hubiera producido, pero se produjo; preferiríamos, sin duda, que España, tras la Segunda Guerra Mundial,  se hubiera sumado a los sistemas democráticos de eso que denominamos nuestro entorno, pero no fue así.  La realidad es que el franquismo, como régimen político, existió y permaneció durante casi cuatro décadas. Y otras tantas después, pretendemos volver sobre el asunto exhumando los restos del dictador a iniciativa de un partido que gobernó España la friolera de veinticuatro de los 42 años transcurridos desde el óbito del generalísimo, sin haber dado muestras de que el desalojo de la tumba le preocupase.  A mí, sí me preocupa esta pretensión postrera, y lamentable, tanto tiempo después.  La Historia es la que es, aunque últimamente intentemos reconstruirla por la vía del discurso.  Cambiar el pasado para justificar el presente ha sido siempre el recurso de todo totalitarismo.   

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