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05 mayo 2017

DISCURSO.

Tradicionalmente,  se razonaba que el pensamiento abstracto, junto con el mundo abierto y el lenguaje articulado, definían al ser humano en oposición al resto del reino animal. Por distintos motivos, sobre todo de índole ideológica, esa diferenciación ya no se hace, o ha subsistido en segundo plano.  Tal vez lo que nos identifique, no obstante,  sea lo que podríamos denominar "discurso" o relato acerca de nosotros mismos. Un relato  que intenta ser coherente; lo aceptamos como propio y lo vendemos a los otros.  Ahí radica a mi juicio la diferencia.  Y además del discurso individual, fruto de la continuidad y de la memoria, está el discurso colectivo, más caótico y desmemoriado.  La ideología no es otra cosa que la adecuación del uno al otro, una vez pasados ambos por el tamiz de las emociones.  No importa para nada la racionalidad de esos discursos, y a las pruebas de cada día me remito, sino su coherencia con lo que percibimos y sentimos.  Como la percepción forma parte del entendimiento, éste queda a menudo en entredicho.  No busquemos la lógica en nuestras acciones individuales o comunitarias, pues no la encontraremos.

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