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21 enero 2017

TRUMP.

Hoy, dada la fecha, se me ha ocurrido escribir sobre la investidura de Trump, pero no sé qué decir, pues me siento contaminado intelectualmente por todo lo leído, y escuchado, acerca del nuevo presidente norteamericano.  En Europa tenemos un visión de ese país muy influida por la fascinación, tanto en lo negativo como en lo positivo.  Siempre me he encontrado con ciudadanos o ciudadanas de esta parte del Atlántico que consideraban a USA como un modelo de funcionamiento, como una arcadia política y económica llevada a la realidad; y otros, en su izquierdismo o progresía, veían a la gran metrópoli de Occidente como la fuente de todos los males, imputándole, muchas veces, en una suerte de paranoia conspirativa, la perfección en sus designios para sojuzgar al orbe.  Pero, fascinaciones de distinto signo aparte,  la coronación de Trump parece mostrarnos que la democracia americana también es humana,  que un discurso entre demagógico, antisistema y de gran simpleza puede llevarse el gato al agua desde el punto de vista del sufragio.  De hecho, los discursos simples suelen tener éxito.  Por eso el mundo es como es.  Esperemos que, una vez en el poder, el discurso se matice un poco y se vaya haciendo algo más complejo. O las cosas se podrán complicadas.

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