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25 diciembre 2008

SARAMAGO

Es como esos platos que se comen de cuando en cuando pero que, incorporados a la dieta habitual, empachan y aburren. Si lees al portugués de manera espaciada, en su momento y en la justa dosis, es ya otra cosa muy distinta, un manjar exquisito y memorable. No me gustó el Ensayo sobre la ceguera pero sí, y mucho, Todos los nombres, una obra maestra con tintes kafkianos. Y también una novela menos conocida: El hombre duplicado. Tiene Saramago, por su nacionalidad, unos tintes muy propios que le hacen universal: algo de gallego, algo de extremeño (recuerda a Landero) y mucho de cosmopolita en el mejor sentido de la palabra. Sus narraciones discurren en esa suerte de presente continuo y atemporal que agobia al lector a la vez que le impide abandonar le lectura. ¿ A qué viene todo esto?. Me dispongo a comenzar con lo último suyo, El viaje del elefante. Nada mejor para este día de Navidad.

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