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06 marzo 2008

REFLEXIÓN PREELECTORAL

¿Es nuestra democracia, como otras, el avatar político del denominado mercado pletórico? Si así fuera, procederíamos, en cada uno de los comicios, como consumidores y nuestro voto sería la elección de un producto en detrimento de otros. Durante la campaña, nos venden los políticos su mercancía, con la correspondiente, y respectiva, carga explícita y subliminal. ¿Qué mejor ejemplo que los debates entre candidatos? Durante el desarrollo de los mismos, importa menos lo que se dice (el fondo) que el conjunto de envolturas formales que se desprenden. También aquí el medio es el mensaje, siguiendo a McLuhan. Y nuestra percepción sobre el resultado de la contienda dialéctica nace, más que de un análisis, de una intuición, o de una epojé si utilizamos la terminología de Husserl, el padre de la fenomenología. En efecto, el raciocinio puro no existe como república independiente del piélago de nuestras emociones. Construimos la propia visión del mundo también a base de sentimientos. Del mismo modo que, como consumidores en el mercado pletórico, no somos enteramente racionales (mediatizados, como estamos, por todo el “ruido” existente dentro y fuera de nuestros yoes), sino que actuamos influidos por lo sensitivo. Compramos los que nos venden y, desde ese punto de vista, elegimos, lo que no significa que lo que nos venden sea lo correcto para nuestras necesidades, ni tampoco que acertemos siempre en la elección.

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