Parece ser que Al Gore ha sido propuesto para el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional por su compromiso con el Medio Ambiente. Este predicador (sino charlatán) del más cutre ecologismo, agitador y propagandista en el campo de la demagogia científica, podría, por tanto, de no remediarse el asunto, sentarse entre los premiados allá por el mes de octubre para soltarnos su letanía laica. Lamento semejante posibilidad, como asturiano y como miembro de eso que se llama la especie humana. El milenarismo catastrofista regido por la superstición y por la profecía frivoliza, con frecuencia, asuntos que son muy serios. Bastante tenemos con recibir estos días al norteamericano con su película debajo del brazo para que, además, lo convirtamos en candidato a tan importante premio. Siento escalofríos ante la pléyade de memeces y medias verdades (cuando no mentiras o barbaridades) que pueblan el abyecto filme. No hay mayor peligro para el Medio Ambiente que determinados mensajes ecologistas que, por medio del sofisma y de la desmesura, ponen en la picota a las predicciones serias y verdaderamente científicas.
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