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06 octubre 2006

PENSAMIENTO DÉBIL

Aquello del pensamiento débil ligado a la posmodernidad dio para innúmeras hojas de los suplementos dominicales cuando, tras la caída del Muro, los pensadores orgánicos del estalinismo hubieron de buscar nuevos horizontes. Declaro que, aquello de la ruptura de los grandes discursos, de la hermenéutica y demás, nunca consiguió entusiasmarme en demasía. Pero ahora ya lo entiendo. Porque el pensamiento débil debe ser esta marea reciente de cobardía intelectual frente a los nuevos tiranos que, poco a poco, y a través del miedo ( qué antiguo método) nos van imponiendo renuncias y dejando con el culo al aire a quienes hasta, no hace mucho, y desde la izquierda divina, se presentaban como adalides de la Libertad (con mayúscula). No importaba aquello de libertad para qué de su admirado Vladimir Ilich. Pero, ahora, la realidad, y por fin el pensamiento débil, se van imponiendo. Sólo ha hecho falta que, más allá, y más acá, del limes hayan surgido los liberticidas para que todos callen. Tristes tiempos de lluvia y de derrota del pensamiento.

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