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11 julio 2006

LECTURAS DE VERANO.

Nunca he reverenciado a la canícula como la mejor estación para la lectura. Tal vez un poco a contracorriente, soy, sobre todo, un lector de otoño e invierno. Cuando la luz comienza a vencer, y la primavera avanza, va decreciendo el número de mis lecturas así como el entusiasmo puesto en las mismas. En el estío, toco fondo y, desde fines de septiembre, regreso con furor a los libros. Esa es mi verdad. Tal vez, de mayo a agosto, cambio los libros por la vida. No es que no lea nada; leo mucho menos y con poco interés.
Durante los meses pasados he leído bastante. El otoño fue tiempo de relecturas, con Sénder y Sabato en el centro de ellas. En el invierno, leí alguna cosa nueva e interesante (es cada vez más raro que ambas características vayan unidas). Y, ahora, en verano, simplemente vivo y elucubro. Que no es poco.

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