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24 marzo 2020

VIRUS Y PENSAMIENTO.


¿Se podría aseverar que los virus forman también parte de eso que nombramos, metafísicamente, como Naturaleza?  No soy muy partidario de hipostatizar el conjunto de elementos naturales por esa vía ontológica pero, ya puestos, podríamos volver sobre lo que hemos venido llamando relaciones hombre-medio, entendidas tradicionalmente a la manera de relaciones recíprocas, de mutua influencia, entre nuestra sociedad y eso que designamos medio ambiente (del que también formamos parte).  Hasta no hace tanto, cavilábamos  que el poder lo tenía la Naturaleza y, en los manuales clásicos de Geografía, se platicaba casi más de los riesgos naturales que de la modificación de lo natural por la acción antrópica.  En los últimos tiempos, la otra visión, la ambientalista, se viene imponiendo, por goleada, a través del climatismo, predominante desde el punto de vista político, social y mediático.  Y, de pronto, un virus desbocado nos trae una situación de confinamiento, de hospitales saturados, de cifras de muertos cada día, como en los partes de guerra.  ¿Le inquieta, ahora mismo, a alguien la horquilla de posibles acrecentamientos de la temperatura global en los próximos cincuenta años o la avisada profecía de la subida del nivel marino?  La Peste Negra de 1348 introdujo cambios en los sentimientos y mentalidades; y, con ello, en el pensamiento, que se fue desviando de las concepciones medievales.  Es posible que esta crisis del Coronavirus nos haga recapacitar en el sentido de que estamos tan expuestos a eso que denominamos Naturaleza (que no sé si existe) como ella se ve influida por nosotros.  Sería un buen paso hacia la sensatez y el buen juicio.  Pero, si se sale de esto, que se saldrá, igual se olvida esta potencial moraleja y se retorna a los mantras de un milenarismo mal enfocado.





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