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03 octubre 2019

PLURALISMO.

“Para los que no tenemos creencias, la democracia es nuestra religión.”
PAUL AUSTER
           
Me identifico con Auster, aunque no sea literato por el que sienta predilección, tal vez porque te atrapa al leerlo, pero no deja nada después, ni un mínimo poso.  Pero aquí, en esta sentencia, da en el clavo.  Y presumo que se refiere a la democracia real, no a esa Democracia metafísica, o ideal, a la que suele loar todo  liberticida que se precie.   Los que no tenemos grandes credos, ni acometemos la salvación del orbe, o de cada uno de sus moradores, amamos esa democracia,  entendida como pluralismo y espacio común en el que todos concordemos, como afirmó Glucksmann, acerca de dónde habita el Mal, pero sin pretensión de conocer la ubicación del Bien ni, mucho menos, de conducir a los otros (ese infierno sartriano) hacia el mismo.  Pero somos menos cada vez los que así pensamos o sentimos.  Tal vez porque la gente es militante de algo que le trasciende, o porque el Régimen (mundial o nacional) va instaurando una suerte de ideología impuesta, pero como sin imponerla.   Y así agoniza el ideal del pluralismo en favor de algo sórdido y aterrador, aunque oculto, de momento, tras el velo de lo laudable.

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