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12 enero 2019

GÉNERO.


Malos tiempos para la libertad y el raciocinio, si es que alguna vez los hubo buenos.  En ese eterno retorno de lo ineludible, regresa lo de siempre,  con ropajes nuevos para ocultar su ya vieja idiosincrasia.  Una vez más, la inefable disolución de lo individual en el caldo de lo colectivo:  religión, ortodoxia, raza, clase social...y, ahora, género, el último invento de los liberticidas.  Por poner un ejemplo claro, el nazismo se caracterizó por encuadrar a los seres humanos a partir de su raza, que determinaba todas sus características psíquicas y morales.  Ya desde mediados del XIX, clasificar fenotipos, medir cráneos, y demás,  se convirtió en una actividad científica y respetable.  Hasta que pasó lo que pasó.  También ahora se suceden los estudios, aparentemente serios y sesudos, sobre género o desigualdad femenina, en un tótum revolútum que desatiende los matices.  Y, al fondo de todo, el género como rasgo genético y social que determina todo lo restante, independientemente de la voluntad de cada individuo. Ante ello, la piel se eriza.

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