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17 noviembre 2018

MIEDO AL FUTURO.


El devenir de lo presente asusta cada vez más en el plano de lo político.  Nada de lo que ocurre resulta insustancial o rutinario, sino que, por el contrario, se asemeja a una suerte de involución que recuerda, mutatis mutandis,  a lo acaecido durante los años 30 del siglo XX; todo parece conducir, y ojalá me equivoque, a contextos más aterradores incluso que aquellos, que conocemos hoy por los libros y las imágenes.  El MAL de hoy no se parece al de entonces, y dispone de medios más sutiles y potentes para el control, además de contar, como receptora, a una masa creciente sumida en lo que podríamos denominar analfabetismo funcional y político; el crecimiento e índole de esa masa se ha trabajado a pulso a través de las reformas de los planes de educación.  Así, da la impresión de estar todo a punto para un período negro de opresión y maldad calculada: no es solo la ignorancia, es también el desprecio por la libertad ("para qué", siguiendo a Vladimir Ilich) y el apego al sectarismo, ese subproducto del empobrecimiento del lenguaje, reflejo del pensamiento.  De este modo, da miedo vislumbrar el futuro desde la perspectiva de la libertad.

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