“La
mentira política tradicional, tan saliente en la historia de la diplomacia y de
la habilidad política, generalmente se refería a secretos [...] Las mentiras
políticas modernas tratan eficazmente de cosas que de ningún modo son secretas,
sino conocidas prácticamente por todo el mundo. Esto es evidente en el caso de
la reescritura de la historia contemporánea a la vista de aquellos que han sido
sus testigos, pero es igualmente cierto en la fabricación de imágenes de todo
tipo […] pues se supone que una imagen, a diferencia de un retrato a la moda
antigua, no embellece la realidad sino que ofrece de ella un sustituto completo.
Y ese sustituto, en virtud de las técnicas modernas y de los medios masivos de
comunicación, es, por supuesto, mucho más patente de lo que fue jamás el
original.»
Jacques
Derrida (1995)
Durante una conferencia dictada
en Buenos Aires, nos dejó Derrida, el filósofo de la “deconstrucción”,
este parágrafo, concebido antes de que se hubiese acuñado el concepto de
posverdad. Lo de la reescritura es absolutamente premonitorio. Igual no agrada en el biotipo
progre/izquierdista, pero comunica lo que estaba por venir y ya ha venido. La realidad ya ha sido reemplazada de una
manera que Derrida tal vez ni sospechó; ni siquiera Braudillard, con su
simulacro, parece referirse a algo tan elaborado como el piélago de mendacidad
que nos anega. Cada vez de forma más
burda, la realidad se encubre y se modifica en ese nuevo cosmos virtual que nos
anega. En esto estamos y ya no sé si
tiene remedio.
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