Aunque
los panglosianos, y asimilados, existen, se me antojan mayoría quienes perciben
que todo va peor y que cualquier tiempo pasado o futuro resulta preferible al
de hoy. En este presente caracterizado,
en el mundo desarrollado y capitalista, por la alta esperanza de vida (con el
consiguiente envejecimiento de la población) y por condiciones de vida mejores
que en cualquier otra época, incluidos en este caso los lugares del mundo con
peores circunstancias, imagino a hombres y mujeres paleolíticos, amparados de
la glaciación en una cueva, en un entorno de peligros y depredadores, de muerte
temprana, soñando los escenarios de vida del presente. Pero las religiones, las de siempre o las
laicas de hoy (como la medioambiental) necesitan incidir en los peligros del
pecado y situar el paraíso en otra esquina, celeste o futura, para justificar
su acción predicadora y liberticida. El
asunto va, en realidad, de anticapitalismo, en una búsqueda frenética de nuevas
alternativas tras la caída del Muro. He
leído, en algún sitio, que nuestro nivel de vida es consecuencia de las
“políticas progresistas” y no del “capitalismo”. Pero resulta que esas políticas progresistas,
incluida la socialdemocracia, forman parte del capitalismo, y sólo en su seno
pueden subsistir; al otro lado del Muro, no existían tales políticas, sólo
opresión y miseria, pues fue construido para que no escaparan sus moradores del
supuesto paraíso que los albergaba.
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