La
doctrina escolástica sobre la “doble verdad” fue imputada, sin mucho
fundamento, a los averroístas latinos, así nombrados por ser émulos de Averroes
en el medievo europeo y cristiano. Sea
cual sea su origen, la noción de que coexisten una Verdad para la Fe y otra
para la Razón/Ciencia, ambas indudables, aunque contradictorias, puede explicar idiosincrasias peculiares del
mundo de hoy; en el mismo, dogmas sin
consistencia alguna desde el punto de vista racional o científico se tornan en verdades
reveladas, que nutren el sentido común
dominante, y lo políticamente correcto, sin menoscabo de no estar contrastadas
en el terreno de la fáctico, y siendo admitidas, a veces, en el universo de la
Ciencia y sus practicantes, como punto de partida o elemento de explicación de
teorías respetables en ese ámbito. Así
pues, la teoría de la doble verdad subsiste de manera subrepticia e intrínseca,
en este presente variopinto, en el que suele acontecer que, desde el punto de
vista gnoseológico o discursivo, la mano derecha de cada cual no sepa lo que hace o sostiene la izquierda.
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