Merodeando por el meollo de la vieja Castilla, entre
Tordesillas y Madrigal de las altas Torres, que fueron lugares prístinos en la
conformación de España, me da por
pensar en la cuestión del territorio y el ser humano, pues somos, a la postre,
animales territoriales. El espacio físico, el terreno concreto, es nuestro habitat y alberga aspectos benéficos
como algunas raíces y sentimientos, pero supone asimismo ese vasto mundo hostil
del que llevamos huyendo, o aislándonos, desde que abandonamos los árboles para
sumirnos en los peligros de la sabana. Tal vez porque supone peligros,
depredadores, frío, calor e intemperie.
De ahí que hayamos ideado casas, pueblos y ciudades como manera de
soslayar ese espacio físico amenazante y terrible. Baltasar Gracián sentenció que "donde no hay artificio, todo lo
pervierte Naturaleza". Y por
eso construimos paraísos artificiales, sean materiales, sean psíquicos o sean,
ya en nuestros días, virtuales. Y, con
todo ello, parece, en la actualidad, que obviamos el territorio; entre paraíso
y paraíso, poblamos autopistas o terminales de aeropuerto, al tiempo que vamos
olvidando el palmo a palmo que tal vez hizo sabios, al menos en estos
menesteres, a nuestros antepasados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario