Visito, en los días finales de agosto, algunos enclaves de
la vieja Castilla, como Madrigal de las Altas Torres, Tordesillas o los Toros
de Guisando; evoco, entonces, los tiempos de mis primeras letras (todavía de
enciclopedia escolar), que incluían visiones de nuestra Historia en la línea
del nacionalcatolicismo. Ahora, por la
ley del péndulo, esa etapa de de la Historia de España queda en segundo plano,
arrinconada por otros períodos más recientes y considerados de mayor interés;
los nacionalistas periféricos, cuyo poder
de facto data de Fernando VII, se han hecho más fuertes en las últimas décadas
y vetan ciertas versiones sobre nuestro pasado.
Son ideológicas sus razones, partiendo, en cada caso, de la tesis que
conviene a quien la sostiene, como punto de inicio para las reconstrucciones de
la Historiografía; ésta, desde los primeros cronistas, ha sido siempre actividad
interesada y ad hoc. La Ciencia reside
en otros quehaceres.
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